sábado, 22 de diciembre de 2018

Un perro santacruceño de hace unos 1700 años ...

Huella  de un cánido sobre fragmento de baldosa de tégula romana bajo imperial en Santa Cruz.



En Santa Cruz hay imperceptibles vestigios de varios asentamientos romanos ya conocidos, por lo general, pequeños, pobres y casi todos bajo imperiales, a saber, los tres que hay junto al río Búrdalo: en la Pretoria, en el Cimero y en el Bajero,  que, son tierras de labor del pueblo y otros dos en la zona de "Los Veneros" y en "Las lagunillas". Otro más, probablemente alto y bajo imperial, en la zona de pastos del Ejido bajero, junto al embarcadero de "La Pradera" y finalmente los vestigios del avance republicano en el cerro de "San Juan el Alto" y en los riscos, supuestamente, estos tres últimos, a tortas con los vetones y quizá después, con algún ilustre lusitano :)

Los escasos vestigios de los asentamientos situados en las zonas de labor quedan significativamente desfigurados por el gradeo y son fáciles de localizar porque la tégula aflora por doquier al ser levantada por las gradas que, pueden profundizar hasta el metro. Según las gradas van descubriendo "cascote" al acercarse al perímetro del asentamiento, en ocasiones, se reúnen en  pequeños montones para limpiar la zona de labor. Esto ocurre en todo el país, de hecho, muchos descubrimientos arqueológicos de relevancia se han debido al hallazgo de agricultores, valga como ejemplo la urna fenopúnica de "Mariprao" que un agricultor desenterró durante el laboreo. No obstante, los asentamientos más pobres, como es este caso, se pierden por irrelevantes, nadie los estudia, al ser asentamientos bajo imperiales muy reducidos, no despiertan interés y lo poco que perdura se acaba borrando por el laboreo con el paso de los años.



Recuerdo, hace más de 30 años, cuando salíamos de excursión al campo con el  maestro del pueblo, en el recreo o los viernes por la tarde, para recoger trozos de cerámica a flor de piel en "San Juan el Alto". En estas zonas que ahora menciono de tierras de labor, se pueden observar también a flor de piel multitud de fragmentos de cerámica que han sido desenterrados por el laboreo y enseguida se identifica la característica tégula romana.



Y a veces, entre esos trozos,  uno se puede encontrar con cosas interesantes que pasarían desapercibidas a los ojos de la mayoría de los observadores, como por ejemplo, este fragmento en el que se pueden observar unas señales que, pudieran ser perfectamente la firma del alfarero, en este caso, la señal de un río que, pudiera guardar relación con el hecho de encontrarse junto al Búrdalo o simplemente ser ornamental, a pesar de ser un fragmento plano.


Pero la sorpresa mayúscula vino al darle la vuelta a un trozo de baldosa de tégula, limpiándola un poco, vi que había una huella aparentemente de perro o quizá de lobo. Allí había quedado inmortalizada la pisada de un cánido de hace unos 1700 años, si tenemos en cuenta la cronología del Bajo Imperio Romano. Nada más y nada menos, un hallazgo excepcional, una enorme coincidencia, se me puso la piel de gallina, me quedé embobado, no es para menos. Seguramente ese perro romano travieso pisó la baldosa de tégula antes de que se secara. Al ser un asentamiento bajo imperial, debió ser un perro de compañía, de pastoreo o de caza pues, los perros "pugnatis", para la lucha, eran más comunes en los campamentos de la legión o en los grandes asentamientos alto imperiales.





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